jueves, 21 de junio de 2007


A partir del 11 de septiembre somos diferentes, pues el mundo ya no será el mismo. Los acontecimientos que sacudieron nuestras conciencias, nos sumergieron en un largo silencio de profunda reflexión obligada que nos llama a una drástica y definitiva transformación de nuestra cosmovisión de este ya pequeño planeta, que pasó de océanos con tierras habitadas, a un pequeñísimo mar de duda e incertidumbre. Seguir siendo indiferentes y continuar nuestras vidas como si de alguna función cinematográfica salímos, sería asumir una actitud de absoluta inconsciencia, y esto sería una catástrofe de mayor dimensión que la ocurrida. Cierto es que los pilotos manipulaban los aviones con una clara y total indiferencia a la vida humana, pero igualmente cierto es que el blanco contra el cual envistieron es símbolo de un poder mundial que ha piloteado, por mucho tiempo (y aún lo sigue haciendo), las políticas económicas con una total indiferencia a la vida de millones de seres humanos. El solo pensar en la posibilidad de escoger entre cual de los dos bandos adherirnos, sería llegar al extremo de la irracionalidad. Siempre, entre los dos poderes que se enfrentan en esta larga historia de seis mil años de guerras, son los seres inocentes e indefensos los que mueren. Nuestro siglo XX, uno de los más sangrientos de la historia, ha visto como una gran parte de la humanidad era entregada a Jefes de Estados sin FE, animados por un materialismo estricto, que ha hecho más crueles y peligrosas las rivalidades de poder de lo que fueron en los siglos precedentes. Hoy vivimos sin ninguna duda, el hecho histórico que marca el inicio del siglo XXI, en el que las naciones, y sobre todo las más poderosas(para muestra USA en Irak), están con sus armas monstruosas y apocalípticas, enfrentándose con sumo resentimiento unas a otras con una furia destructora jamas alcanzada todavía. La cuestión fundamental es, pues, constatar que el hombre, tras milenios de "progreso científico", no ha realizado ningún progreso en el campo de lo humano, tomado en el sentido del hombre creado a imagen de Dios. Es muy penoso constatar que esta "imagen" es solo una grosera caricatura semejante al dios del antiguo testamento que sigue gobernando al mundo con su "ley" más firmemente cumplida; ojo por ojo y diente por diente, y que estamos todavía, y mucho más quienes nos dirigen, muy lejos del Dios de amor y perdón del que Jesús vino a hablarnos hará pronto dos mil años. En los apocalipsis el tema predominante es la fuga del presente para refugiarse en un futuro que, trayendo a un "salvador" desbarate las estructuras actuales del mundo e instaure con "fuerza" un orden de valores definitivos. Los israelítas lo pensaban así cuando escuchaban a Cristo creyendo que expulsarían a los Romanos, pero Jesús no llenó estos requisitos. Hoy los "cristianos- judaizados" están ?sentados? esperando lo mismo. Hay que entender que tras toda la antigua literatura profética se hallaban grupos humanos oprimidos por graves sufrimientos religiosos, sociales y políticos, no viendo salida alguna en la acción inmediata, se proyectaron en la espera de un tiempo en que las fuerzas cósmicas vengan a la tierra a derrotar al enemigo. En el apocalipsis hay una gran carga utópica y una gran reserva de esperanza, pero al mismo tiempo, una desolada resignación respecto al presente y un aletargamiento que siempre recriminó Cristo en las personas. Aceptar que se aproxima el fin y colocarse ante el televisor (resguardados por nuestras fortificaciones caseras que, ya han dejado de ser hogares) a esperar que alguien nos "divierta" y nos explique las repercusiones que toda esta guerra terrorista tendrá en nuestra economía, mientras las cosas, entre tanto van como van, y al diablo los que vengan detrás y los que mueran allá, ¿no es ya el fín?. Vivir nuestros propios terrores del final de los tiempos, y vivirlos con el espíritu del "bebamos, comamos, durmamos, mañana moriremos" es celebrar el ocaso de las ideologías y de la solidaridad en el torbellino de un consumismo irresponsable y egoísta. Si el hombre, en su material-ismo, permanece entregado a sí mismo, corre a su pérdida. Pero poder amar esta miserable realidad terrena y transitarla con la actitud con la cual la caminó Jesús, es creer -con caridad- que existe todavía lugar para la esperanza. Si negamos a Cristo y sólo dispusiéramos del "análisis lógico" que actualmente hacen los futurólogos, los pastores asalariados, los políticos, los demógrafos, los sociólogos y los economistas, los periodistas globalizados, el horizonte del hombre se hallaría completamente cerrado y no tendría otra perspectiva que esperar la destrucción final. En este panorama apocalíptico y de absoluto pesimismo, sólo nos queda, como esperanza, el mensaje profético aportado al hombre, más allá de sus locuras, por aquel SER tantas veces escuchado pero jamas obedecido: "Ama al prójimo como a ti mismo... No hagas riquezas aquí en la tierra...Oiréis de guerra y de rumores de guerra... Por que se levantará nación contra nación... Y verán la desolación abominable... a Jerusalén rodeada de ejércitos... Habrá una gran aflicción; como no la ha habido, ni la habrá igual desde el comienzo del mundo...donde estuvieren los cuerpos muertos, allí se juntaran las ?águilas?... Y muchos falsos profetas se levantarán y engañaran a muchos... Y si te dijesen; ven que el Cristo está en los templos, no les creáis... Y por haberse multiplicado la maldad, la caridad de muchos se resfriará...el hijo del hombre vendrá y juntará sus escogidos ... Muchas moradas hay en mi Padre, yo haré lugar para ustedes" Si la fe racional nos indica que sólo una evacuación del planeta hacia "otras moradas" es la espera adecuada, bien es cierto que el precio para adquirir el pasaje es lograr la vida que nace tras la muerte de ese ser humano que se aferra a este mundo y a esta vida que, por su ceguera, no sé a percatado que es el infierno que él mismo genera y del cual se aferra, y, que por ende, en el se quedará. Cuenta una tradición israelita que un profeta pasó junto a una red tendida; un pájaro que estaba allí cerca le dijo: - Profeta del Señor, ¿ en tu vida has visto un hombre tan necio como el que tendió esa red para cazarme, a mí que la veo? El profeta se alejó. A su regreso, encontró el pájaro preso en la red. - Es extraño -exclamó - ¿No eras tú quien hace un rato decías tal y tal cosa? - Profeta - replicó el pájaro -, cuando el momento señalado llega no tenemos ya ojos para ver ni oídos para escuchar.

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